Archivos Mensuales: junio 2014

Sombrero o capucha

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Sombrero o capucha

 

Los seres humanos desde siempre han
tratado de proteger su cabeza de las inclemencias del tiempo, utilizando
sombrero, capucha, el llamado “pasa montaña” y hasta mascaras de distintos
materiales y “motivos” guerreros o de confrontación y hasta como “defensores de
la justicia” , de manera que la justificación en el uso de prendas con el
argumento de proteger la cabeza ocupan muchas páginas a lo largo de la
historia.

La pregunta sería: ¿Cuál es el motivo que
invita a “esconder la

identidad”? Las razones pueden ser tan diversas como la
humanidad misma, hoy día basta unirse a un grupo cualquiera desde donde se
puede dar rienda suelta a los deseos de “desquitarse” de cualquier frustración
o muchas veces, de obtener alguna remuneración que sirva como solvento de los
gastos del día, lo cual puede repetirse muchas veces hasta que sea descubierta
la identidad de manera casual, accidental o simplemente agotó su “poder encubierto”
sin más remedio que absorber un encarcelamiento pequeño o grande, que siempre
encontrará una salida fácil.

Pensé que asuntos de este tipo eran
producto de la época, ya que las

diferencias sociales creí que podían ser
detonadores de esos disturbios sociales que por sistema se envían al archivo de
la impunidad y que la necesidad de grupos humanos necesitados justifican todo
tipo de protestas “pacíficas” aun destruyendo las propiedades de quienes
generan riqueza por medio del trabajo honesto dentro del marco jurídico
establecido en cada lugar.

Investigando en
asuntos históricos de gran trascendencia encontré un dialogo entre el rey
Carlos III de España y el ministro Gregorio Esquilache—“Disculpad su Majestad
si es inoportuno mi comentario,

pero me he dado cuenta de que por doquier los
hombres usan esas grandes capas y esos sombreros de ala ancha que llaman
chambergos, en Sicilia y Nápoles hace mucho tiempo que han caído en desuso”.

–¡Vamos Don Gregorio, ¿Qué importancia
puede tener la moda en estos lugares?
–Majestad, tengo
una razón; ordenando ciertos archivos de vuestro ilustre antecesor, encontré la
intención de prohibir esa indumentaria, por razones de seguridad pública.
Cualquiera puede embozarse, tan solo con levantar su antebrazo envuelto en la
capa, pueden herir o matar con oculta espada a cualquier mortal que se
atraviese en su camino
–Verdad es don Gregorio, os asiste la
razón, mas ¿insinuáis acaso que se pueda imponer que los madrileños dejen de
usar tal capa?, si mi hermano

no logro desterrar la dicha costumbre, bueno
sería averiguar el por qué.

En ese tiempo se declaró que el Rey
Carlos III de España, era un hombre bien intencionado que estaba dispuesto a
establecer reformas en bien de la población de su reino, sobre todo sin cargar
más impuestos, sino administrar adecuadamente los recursos económicos, es
posible que en este tiempo también los gobernante sean hombres bien
intencionados que también estén dispuestos a establecer reformas en bien de la
población, pero la realidad resulta muy

diferente, los “chambergos” del tiempo
de Carlos III, ahora utilizan cualquier material con el que cubren sus rostros
causando disturbios extremadamente destructores.

 

Pareciera que en ambos tiempos, en el
siglo XVIII en España y en el siglo pasado en México y hasta nuestros días, los
procedimientos de grupos inconformes se cubren la cara con lo que suponen nunca
ser reconocidos y practican destrozos impunemente porque saben que finalmente
la autoridad no procederá por prudencia o por cualquier otro motivo, sin darse
cuenta que lo que destrozan redunda en

pérdidas no al gobierno, sino a
particulares que mantienen fuentes de trabajo y que son quienes finalmente
producen la riqueza del país junto con los ciudadanos.

Los discursos

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Los discursos

“¡Amado pueblo! Que no se piense que soy
ajeno a sus protestas, me apena el des abasto de alimentos a esta población,
ustedes no saben que desde hace muchos años se subsidian sus alimentos, la
razón es que se ha detenido la siembra de cereales y otros productos, y no ha
sido suficiente el esfuerzo del gobierno, yo invito a participar y juntos
encontrar una solución justa, por el momento, pueden estar seguros de que
vienen en camino suficientes alimentos que resolverán sus

requerimientos”.

El discurso anterior recuerdo haberlo
escuchado muchas veces, pero mi interés al reproducirlo no es descubrir a quien
lo haya dicho, mi interés resultó de un acontecimientos real y verdadero allá
por el siglo XVIII en Madrid cuando Carlos III se vio obligado a salir al
balcón de su despacho en el palacio Real de El Pardo, debido a los problemas de
la creciente pobreza se gesta un conflicto que pretendía entre otras razones la
destitución del ministro Esquilache que se le culpaba de todos los males de España.

El discurso del rey Carlos III lo
descubrí en una novela que pronto estará a la venta en Puebla México, escrita
por mi gran amigo Guillermo Martínez Arámbula que a la letra dice: “¡Amado
Pueblo de Madrid! No penséis que soy ajeno a vuestras tribulaciones, Dios sabe
cuánto me apena el desabasto de alimentos a esta población, vosotros no sabéis
que ha dos años se subsidian vuestros alimentos, pues ha cesado en esta región
la siembra de cereales y otros productos, mas no ha sido suficiente nuestro
esfuerzo, yo os invito a participar y encontrar una solución justa, por el
momento podéis estar seguros de que vienen en camino suficientes alimentos que
calmarán por un mes

esta necesidad”.

Bajo el balcón los
representantes de los amotinados respondían al Rey: ¡Majestad, queremos creer
en vos, pero pronto nos organizaremos y defenderemos nuestros derechos, no
amenazamos a vuestra real dignidad, más si no oís nuestro clamor, vuestras
acciones pueden ser tomadas como burlas! Aquí os leo y entrego nuestro pliego
de peticiones, que son bien claras:

¡No queremos la
presencia de extranjeros en vuestra corte!

¡Que bajen de valor
los alimentos!
¡Que desaparezca la
junta de abastos!
¡Que se vaya
Esquilache! Y
¡Que su majestad se acerque en persona
con vuestro pueblo!
La investidura de Carlos III nunca antes
se había visto empañada en asuntos de esa naturaleza, comprendió entonces, que
debía atender la voluntad del pueblo a pesar de la opinión de mariscales y
generales, despachó una carta dirigida al pueblo recordando que les había

empeñado su palabra, y que estaba cumpliendo lo acordado, con lo que pudo
controlar los disturbios.

Por otra parte, Esquilache también les
hacía llegar otra misiva personal diciendo: “Soy el único ministro que se ha
preocupado por el pueblo madrileño, he limpiado y ordenado vuestras calles, os
las he alumbrado, pavimentado y pintado, mas creo que eso no tiene valor en
vosotros, me retiro muy desilusionado de vosotros, pero creo que no hay mal que
no reciba el bien a cambio, llevaré a mi familia a gozar del descanso, por ello
os doy gracias sinceramente”. Firma, el marqués Gregorio Antonio de Esquilache.
Se reformó el gabinete y mucho lamentó
Carlos III despedir al ministro

Esquilache junto con el resto de su equipo tan
conocido y poco tiempo después se descubrió el origen del levantamiento, los
autores del movimiento eran miembros del nuevo gabinete, y una nota relevante
fue la interposición a la beatificación de un español que vivió cien años atrás
en la Nueva España, llamado Juan de Palafox y Mendoza, obispo de la Puebla de
los Ángeles que siempre encontró ocultos intereses que lo des habilitaban, al
respecto, el Rey llegó a comentar: “¿Qué de malo hay en ser hijo bastardo, si
se ama a Dios más que los bien nacidos?

La novela de donde fueron extraídos los
datos de este artículo se titula exactamente: “El ilustre bastardo” donde
encontramos infinidad de datos importantes de Don Juan de Palafox y Mendoza,
pero eso lo trataré en futuros relatos.

 

Los discursos se parecen mucho a los
asuntos que hoy día, después de muchos siglos no se han podido resolver o no se
quieren resolver,

pareciera que “los Esquilache” se siguen reproduciendo al
paso de los siglos y la práctica del “acaparamiento de alimentos” resulta
sinónima de poder ¿No le parece? Gracias Guillermo Martínez Arámbula por tu
novela “el ilustre Bastardo”, vida y obra de Don Juan de Palafox y Mendoza,
producto de una intensa investigación muy bien documentada.

Bullyng escolar

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Bullyng escolar
Tal vez se trata de un
fenómeno del presente siglo, sin embargo, puedo afirmar que es un asunto tan
antiguo como la vida misma, el título de “bulling” se refiere a este tiempo,
todavía recuerdo cuando al ingresar a la enseñanza secundaria en el Instituto
Politécnico Nacional en la ciudad de México, allá por los años cincuenta,
debíamos resistir lo que denominaban “novatada” que consistía en el corte de
pelo de manera agresiva y nos dejaban con una imagen pavorosa.
Por algún tiempo he tratado
de imaginar donde comienza este asunto del “bullyng” y me parece que además de
ser un excelente “modo de distraer”, he intentado hacer una retrospectiva en
función de esos “acuerdos políticos”, en el parlamento de México a nivel local
y

nacional cuando quisieron “proteger a los niños” diseñando lo que titularon:
“Los derechos de los niños” , la consecuencia es lo que ahora vivimos.

Resulta incongruente que
ahora ni el maestro, ni los papás, ni los parientes pueden intentar siquiera
tratar de corregir a un niño su mal comportamiento por leve que este se
manifieste, de manera que ahora los niños son libres, nadie puede reprenderles
de ninguna manera, y a diario se manifiesta en los medios de comunicación que

cualquier grupo humano, grande o pequeño, actúa en total impunidad, pues lo que
dicta “derechos humanos” es que nadie puede impedir su derecho a manifestarse.

Más crítico resulta si esas
actividades de protesta son ejecutadas por menores de edad, significa entonces
que el estado de derecho solo está dirigido a determinadas personas y el resto
ya puede “protestar por la protesta” y su reclamo se perderá en el mar de
corrupción que prevalece en los niveles de poder y políticos, la historia de
“los

miserables” es hoy más actual que en el tiempo en que fue escrita.

Me temo que todo el conflicto
nace en el momento en que los “representantes del pueblo” no se toman la
molestia de consultar a quienes los “eligieron” y eso redunda en leyes que en
lugar de proteger, mantienen a los ciudadanos sin defensa, pienso que la mejor
manera de hacer buenas leyes es pensando bilateral mente o multilateral mente,
porque de la manera como lo hacen hoy, siempre va a resultar contraproducente.
La única manera de hacer bien
las cosas es cuando se proclama la soberanía o el derecho de dictar leyes y
hacerlas efectivas, pero la letra dice que eso le pertenece solo al pueblo y
que a él corresponde discutir y establecer las leyes que habrán de salvarla de
sus miserias, eso de alguna manera permite estudiar las bases que han de
sostener el edificio de la educación humana que genera riqueza por medio de la
propiedad y el trabajo.
Muy importante resulta darnos
cuenta que tenemos en la consciencia nuestro propio juez y que el honor, la
virtud y la justicia no son términos convencionales, sino sentimientos
afectivos, instintos

eminentemente sociales que una mala educación pervierte y
el estudio sublima y nos hace dignos, sin olvidar que comprendiendo a la
naturaleza, se crean las ciencias y las artes e invita a la comprensión del ser
infinito que lo formó libre y heredero de los bienes de la tierra.

Pudiera ser que la mala
educación es la que provoca los conflictos en el diseño de las leyes, luego
entonces, se puede decir que unos y otros

tenemos mala educación, unos por no
voltear a vernos y otros, por no reclamar lo que a derecho les corresponde y
que en cada uno despierte en su corazón el sentimiento de su propia dignidad,
estudiando incesantemente lo que debe a sus semejantes, siendo esa dignidad la
diferencia entre el bien y el mal, entre “el bullyng” y las buenas relaciones
entre compañeros, como en su tiempo declararon que “el respeto al derecho
ajeno, es la paz” y el “bullyng” desaparecerá finalmente.